viernes, 27 de febrero de 2009

La traca final

Aquella era una mañana fría y soleada, o lo hubiera sido si la atmósfera del planeta Nox Tau no estuviera perpetuamente oscurecida por espesas capas de humo y polvo industrial pesado. Tal vez por eso los habitantes del planeta no vieron la muerte inminente que se les venía encima desde el espacio, o tal vez fuera porque no había en todo el planeta una sola alma libre que aún mirara al cielo con curiosidad. La mente colectiva Borg hacía tiempo que había eliminado por completo cualquier rastro de iniciativa individual entre sus miembros.

En cualquier caso, poco habrían podido hacer aun en caso de saber lo que se les venía encima.

Un mundo totalmente industrializado. Veinticinco millones de organismos cibernéticos extendidos sobre todo el globo, compartiendo una única mente colectiva y un único propósito: asimilar toda forma de vida orgánica en la Galaxia. Toda una maquinaria eficiente y despiadada al servicio de ese propósito. Cualquier resistencia era inútil.

Al menos, esa era la propaganda.

Aquella era una mañana fría y soleada, o lo hubiera sido si en el vacío del espacio interestelar existieran las mañanas frías y soleadas. ¿Vacío? No: oculta incluso a los sofisticados sensores subespaciales de la flota de cubos Borg, la nave de guerra Shi'Ar Lone Wolf tomó posición a una distancia de ochenta años luz de Nox Tau. Después de asegurar el perímetro con un pequeño escuadrón de Deth Speculas de asalto, el comandante D'Ken dio órdenes de comenzar con el operativo.

El primer paso fue salir de velocidad hiperlumínica. La Lone Wolf entró en el espacio einsteniano sin perturbar el entorno, protegida aún por el campo de ocultación. La segunda fase era mucho más peligrosa: durante el despliegue del Arma el campo de ocultación debería ser desactivado, dejando la nave de guerra vulnerable a posibles ataques.

El ataque no llegó: tal vez los Borg estaban demasiado confiados en su invulnerabilidad.



Tras una interminable cuenta atrás, el Arma estuvo preparada. El Comandante D'Ken, siempre escueto, dio la orden seca y llanamente:
"Abran fuego"
Y acto seguido el Arma más poderosa que hubiera conocido la Galaxia fue disparada: el Destructor de Mundos. Acelerándose hasta velocidades muy superiores a la de la luz, el imparable misil se abalanzó sobre la Matriz Número Uno de los Borg. Para cuando éstos lo hubieron detectado, ya era demasiado tarde.

Aun así, la flota cibernética reaccionó con la velocidad del pensamiento. Los cubos en órbita se movieron en intercepción, oleadas de cazas surgieron de todos los puntos del sistema y, como medida defensiva extrema, un poderoso campo de fuerza de nivel 10 rodeó todo el planeta, consumiendo para ello la energía de un pequeño agujero negro.

Fue inútil. El Destructor de Mundos estaba equipado con la última tecnología de Fase desarrollada por los científicos del Imperio. El Misil esquivó fácilmente a la flota orbital, se precipitó hacia el pozo de gravedad del planeta, y justo cuando se disponía a impactar sobre la superficie perfecta del escudo un relé interno activó el dispositivo de Fase.

Blink

Durante un nanosegundo, el Arma fue transferida a un Universo paralelo.

Blink

Acto seguido, el Arma volvió a aparecer en nuestro Universo, pero esta vez al otro lado del escudo. En el último momento de sus vidas, veinticinco millones de unidades Borg levantaron por fin sus miradas al cielo. Jamás sabremos si en ese instante final sus unidades de procesamiento de datos elevaron algún tipo de oración a algún extraño dios cibernético...




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